Los pueblos en resistencia por la dignidad y la vida
Pronunciamiento Cxhab Wala Kiwe – ACIN
El pasado domingo, la mayoría de los colombianos que salieron a votar eligieron al candidato de Álvaro Uribe como Presidente de la República. Aunque el señor Iván Duque se ha querido mostrar en sus discursos como una persona independiente, los pueblos indígenas conocemos muy bien la sombra tenebrosa que lo rodea. En nuestra memoria colectiva está todo el odio y la violencia que significó para nuestras comunidades sufrir durante los gobiernos de la seguridad democrática. Hoy sabemos que bajo el nuevo mandato nos espera una renovación de lo inmutable, es decir, más de lo mismo con una nueva cara.
Como organización indígena comunitaria hemos expresado nuestra convicción milenaria por construir la paz desde los territorios, invitando siempre al diálogo a todos los sectores de la sociedad, incluidos aquellos actores que han buscado nuestro exterminio a toda costa. Hemos defendido nuestra dignidad caminando la palabra, asumiendo el control territorial y fortaleciendo nuestras autoridades, quienes tienen, entre otras funciones, la responsabilidad de representarnos ante las instituciones ordinarias. Pero al mismo tiempo le hemos hablado a los colombianos y hemos propuesto caminos de lucha y resistencia por un país donde la vida prevalezca sobre la mercantilización y la codicia.
Hoy el contexto nacional presenta enormes retos para nuestra pervivencia como pueblos. El gobierno Santos logró una de sus mayores ambiciones al conseguir la aceptación de Colombia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos – OCDE, un club de “países ricos” que diseña prácticas económicas neoliberales a favor de los poderes económicos financieros y en detrimento de las poblaciones sometidas y despojadas. A los pocos días de este cuestionable “logro”, Santos también anunció el ingreso del país a la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN, diciendo que se participaría como “observador”, pero es clara la búsqueda por posicionarse de manera estratégica a nivel internacional en un bloque militar en función de los centros globales de producción de la desigualdad que a todas luces vulnera la soberanía de los países no alineados.
Al mismo tiempo, según la ACNUR, volvemos a ocupar el primer lugar en el mundo como país con más desplazados internos, alcanzando la ominosa cifra de 7,7 millones de colombianos desplazados. Estas cifras nos ponen por encima de Siria, que vive una guerra civil desde el 2011. Esto se encuentra estrechamente relacionado con el escalamiento del conflicto en zonas como El Catatumbo y el pacífico nariñense, pero también encuentra su correlato en el posicionamiento de los grupos paramilitares y ejércitos anti-restitución de tierras que fungen como el brazo armado de lo que el nuevo presidente prefiere llamar la “tenencia de buena fe”, que no es otra cosa que la impunidad del despojo de tierras campesinas, afrodescendientes e indígenas.
Con este panorama, el uribismo regresa en pleno al poder, juntando bajo su oscura ala toda la clase política tradicional, con mayorías en el senado, el poder ejecutivo y la ambición de controlar la justicia con una sola Corte de bolsillo que opere según su antojo. Frente a esta situación, que no podría estar más en contra de los sectores sociales y alternativos, hoy manifestamos nuestra posición.
Somos comunidades rurales del suroccidente de Colombia. Nuestra vida es el territorio, que no solo incluye a la tierra, sino todas las formas de vida en los tres espacios de nuestra cosmovisión: el espacio de arriba, el de abajo y el del medio, donde habitamos. Después de analizar con calma las propuestas del uribismo para el campo, sabemos que durante este gobierno pretenden acabar los resguardos, destruir el agro campesino, entregar la tierra a las corporaciones, regresar a las fumigaciones con glifosato y militarizar nuestros territorios. Además, buscan acabar con todo lo que les suene a Reforma Rural Integral, incluidas las recién creadas ART, ANT y ADR, y en cambio imponer un modelo de institucionalidad en el que no caben sino las industrias del monocultivo y la ganadería extensiva. Es decir, una mayor y progresiva exclusión de los pequeños productores, que no tendrán otra opción que vincularse como empleados asalariados sin acceso a la tierra, siendo explotados por un modelo depredador.
Unido a esto, nos encontramos con la política minero-energética, que profundiza el extractivismo, da vía libre al fracking, proyectos de represas que ahogan los ríos, otorgamiento de títulos mineros y licencias ambientales, según la línea de “confianza inversionista”, forma elaborada de llamar al saqueo multinacional de nuestros recursos. Ya en los planes del gobierno actual se ha trazado lo que terminará por concretarse en el gobierno del uribismo, que es la reglamentación al antojo de los grandes capitales de la consulta previa, libre e informada, importante herramienta de los pueblos indígenas, comunidades negras y campesinas para la defensa territorial.
En cuanto a la búsqueda de la paz, la obsesión por hacer trizas los acuerdos de La Habana, comenzó con pie derecho, incluso antes de la instalación del gobierno uribista. Esto lo vimos con el aplazamiento en el Senado –a petición del presidente electo- de la reglamentación de la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP, a la cual teme la clase política que ha usufructuado el conflicto armado por décadas. El nuevo gobierno busca en realidad una pacificación, al estilo de las hazañas paramilitares de los tiempos de Rito Alejo Del Río, donde se pretende la militarización de cada aspecto de la vida y se asume el territorio como un objeto a conquistar para ser apropiado como materia prima, cueste lo que cueste.
Ahora, con este breve panorama, podemos decir con suficiente certeza que, a diferencia del eslogan de su campaña, el futuro que el uribismo quiere imponer no es de todos, sino precisamente de aquella clase política que ha gobernado por siglos. A partir del miedo, el odio y la desinformación, ese proyecto político ha ganado una mayoría, pero estamos seguros que esta es solo momentánea. Los colombianos que hemos vencido el miedo somos cada vez más. Sin embargo, es importante hacer aquí una aclaración: nuestros planes de vida no se limitan a un escenario electoral, por el contrario, trascienden los espacios de representación y su fuerza motora se encuentra en la asamblea y la movilización.
Es por ello que hoy nos pronunciamos de nuevo, como lo hemos hecho desde la invasión, en resistencia. Somos conscientes que en los próximos años se intensificará la arremetida de los armados de toda índole en nuestros territorios. La persecución se intensifica mientras criminalizan la liberación de la madre tierra. Quieren acabar con lo que nos queda. En este escenario, que ya conocemos, vamos a defender nuestros derechos, nuestra autonomía, el territorio y la vida.
Por la dignidad, la pervivencia y nuestras nuevas generaciones, seguiremos caminando los mandatos de nuestros mayores.
Cxhab Wala Kiwe – ACIN
20 de junio de 2018